85 años de investigación desde Harvard concluyen que el factor único que más felicidad nos aporta se encuentra en nuestras relaciones con otras personas.
Shyam Bishen, responsable del Centro de Salud y Asistencia Sanitaria del Foro Económico Mundial, afirma que «las investigaciones sugieren claramente que tener buenas relaciones sociales puede tener un impacto positivo en la salud mental, conducir a un mayor bienestar general y contribuir potencialmente a una vida más larga».
Además, este estudio concluye que la aptitud social se encuentra al mismo nivel que la física cuando hablamos de satisfacción, longevidad y felicidad.
Y hablando a relaciones, determinados términos cobran gran importancia: estrechas, buenas o sólidas.
Es decir, no se refiere a relaciones interpersonales transitorias o de leve arraigo sino, fundamentalmente, a aquellas de mayor profundidad e impacto. A las que se cultivan día a día y crecen constante y voluntariamente a través del intercambio de disponibilidad, apoyo y confianza. Nos permiten exponernos, porque representan círculos de confianza emocional dentro del gran entorno global de ambigüedad y riesgo.
Un indicador más que apunta los beneficios de satisfacer nuestras necesidades más puras y básicas como seres humanos, en lugar de tratar de reemplazarlas con otras formas de satisfacción que siempre resultan efímeras e insuficientes. Un buen motivo más para sumar a las bondades del nosotros por encima del yo. Y van varios.