Salud mental en el trabajo

Es algo de lo que no se hubiera hablado hace unos cuantos años. Y, en realidad, la salud mental es algo de lo que sigue sin hablarse de forma abierta con naturalidad.

Siglos de entrenamiento nos ayudaron a desarrollar estrategias para maximizar el rendimiento y economizar en recursos en lo físico, pero el trabajo ha cambiado. La actividad fundamentalmente física ha sido desplazada por la mental, y con ella todos sus derivados y consecuencias (desarrollo, esfuerzo o agotamiento).

Aún estamos aprendiendo sobre la nueva situación y las nuevas herramientas que necesitamos para enfrentarla. Y, sobre todo, aún estamos aprendiendo sobre el funcionamiento de nuestra mente, sobre cómo maximizar su potencial y sobre cómo mantenerla en un estado óptimo de salud y funcionamiento.

Aún queda mucho, pero ya hemos descubierto una gran cantidad de detalles que pueden ayudarnos a poner en marcha estrategias para preservar la salud mental en el trabajo.

Es responsabilidad de todos, pero la realidad es que no las estamos utilizando tanto como debiéramos.

No puedo evitar pensar que somos seres imprudentes por naturaleza. Que solamente nos fijamos en el corto plazo, en lo inmediato, pero no en las consecuencias a largo plazo.

Que apreciamos el riesgo inminente y tememos saltar en paracaídas, pero no fumar. Que comprendemos que un brazo roto no puede acudir a la fábrica, pero dudamos si una mente rota puede acudir a la oficina. Que preservamos lo que se ve, pero dejamos en un segundo plano el resto.

El entorno cambia, vuela, explota. Y si continuamos sin dar importancia a cosas realmente importantes pagaremos las consecuencias en algún momento. En realidad ya hemos comenzado a hacerlo y afortunadamente algunas personas y organizaciones se están dando cuenta.