Algunas personas se interesaron ayer, tras leer mi publicación y ver mi página web, por saber acerca del salto desde mi anterior ocupación laboral a lo que hago actualmente. La respuesta es sencilla: simplemente lo di.
Habrás leído por ahí que quien quiere hacer algo busca el modo y el resto busca excusas. Y en mi opinión tiene mucho de cierto.
Varias me escriben acerca de la incertidumbre, del riesgo y de la responsabilidad. De lo que representa tener una familia y una red de seguridad tan pequeña que podría no detener la caída. Así es, todo eso existe. Y está ahí.
¿Hay respuestas para todas estas cuestiones? Las hay.
El cambio genera tensión y conlleva riesgo. Si no estás dispuesto a tolerar su presencia, probablemente sea mejor descartar la opción por ahora.
Las redes de seguridad pueden crearse y ampliarse. Ahorra para crearla y hacerla crecer lo suficiente para que el riesgo sea admisible. Si visualizar el cambio que deseas generar no te aporta el aliento suficiente para trabajar duro y crear la oportunidad, probablemente también sea un buen momento para descartar la opción.
Si llevas años esperando la oportunidad, inmóvil, probablemente tengas otro indicador más para descartarla. El riesgo y la tensión no desaparecerán. Están ahí cuando los ves y cuando no.
Están ahora, mientras haces algo que no deseas hacer y sueñas con hacer algo que no haces. Y estarán más tarde, cuando trates de abrirte paso entre un sinfín de circunstancias que no puedas controlar y entorpecen tu camino.
Todo se basa en tomar una decisión para crear la oportunidad.
Resulta absurdo viajar con una mochila cargada de insatisfacción, miedos y frustración. Tomar una decisión permite comenzar a construir. Incluso cuando dices no, te permite vaciarla e iniciar un nuevo viaje.
La vida es como una escalera. Sentirás el riesgo y la tensión para subir cada escalón, pero luego podrás detenerte por un momento en tu nueva zona de confort. Sin riesgo y tensión no existe evolución ascendente. No existen satisfacción, realización y bienestar. Y demasiado tiempo sin ellos te invita a descender de nuevo, a buscar la zona más segura de todas.
En realidad todo se reduce a percepciones. Si le preguntas a un conjunto de personas si resulta más arriesgado volar a Paris o, una vez allí, tomar un taxi hasta tu hotel, la mayor parte de ellas te dirán que coger un avión es más arriesgado. Sin embargo las estadísticas son claras: es todo lo contrario.
Nuestra percepción del riesgo cero nos invita a ponernos en una fila y hacer lo que nos digan que debemos hacer. Pero solamente es una percepción, porque muy pronto habrá quien haga eso más rápido, barato y mejor.
Sentir la tensión nos invita a permanecer en una zona de confort que nos impide avanzar. Resulta arriesgado enfrentarse a lo nuevo y, sobre todo, responsabilizarse de lo que ocurra.
Pero el riesgo existe en muchas formas. Y el más elevado es el que asumes para tratar de evitarlo.