Más que interesante reflexión de María Luisa de Miguel en LinkedIn donde menciona una serie de tres artículos (que comienza con este) relacionados con la proximidad en la era digital.
Tras ya bastantes años trabajando en remoto y gestionando algunas comunidades en línea de diferentes tamaños, esos artículos han llamado poderosamente mi atención.
No cabe duda de que ese concepto de proximidad se facilita en las interacciones en persona, pero en mi opinión no es necesariamente dependiente de esa circunstancia. En el mundo digital, ya de por sí desaventajado, es aún más necesario si cabe facilitar un entorno en que quepa la suficiente intimidad para cultivar confianza.
Puede hacerse, porque de hecho se está haciendo.
Por supuesto no resulta tan sencillo ni es exactamente lo mismo. Pero ocurre, con sus virtudes y defectos, con sus puntos fuertes y débiles.
Un debate aparte es el de las redes sociales, esos lugares en que el entorno que facilita que ocurra jamás ha existido. Tal como las entendemos la mayor parte de personas, no son privadas, ni íntimas, ni facilitan la generación de confianza entre individuos. Son los lugares en que «todo el mundo está» (identificado o no). Un mapamundi digital, con acceso a todo y a todos.
Que todo eso ocurra es precisamente el indicador que determina que hacemos un mal uso de ellas.
La confianza aparece en los círculos íntimos y seguros. En la mesa de la esquina de cualquier café en Nueva York, pero no en la exposición extrema de la Quinta Avenida. El escaparate global es ideal para buscar, para situar a esas manadas con que te identificas, pero jamás para quedarte si lo que buscas es cultivar relaciones.