La cultura es una consecuencia

Existen situaciones que se complican gravemente y generan altos niveles de frustración como consecuencia de una falta de análisis antes de iniciar el movimiento.

Ese análisis requiere contemplar la situación en su perspectiva más amplia para determinar una vía de actuación.

Lo que ocurre es que muchas personas (y conjuntos de ellas) están ansiosas por pasar a la acción, poner la máquina en movimiento y comenzar a contabilizar resultados.

Sin embargo, en la mayor parte de situaciones esos resultados no se producen y es necesario regresar a la casilla de salida. Y cada vez que esto ocurre se derrochan recursos y se crispan los ánimos. Casi siempre es consecuencia de la prisa.

En el otro extremo, cuando ese análisis se lleva a cabo correctamente produce una serie de información que puede alterar por completo la estrategia a adoptar.

Una de las situaciones comunes en que esto ocurre tiene que ver con querer cambiar algún aspecto de algo que, en realidad, es una consecuencia de otra cosa.

La cultura de una organización es una consecuencia. Y nuestra sociedad, tal como la conocemos, también lo es.

Resulta imposible alterarlas atacándolas directamente. En su lugar, es necesario identificar las bases y pilares que producen aquellos efectos que deseamos cambiar.

Y todo comienza por un análisis. Sin él, sería muy probable estar apuntando a los blancos equivocados.