Educar es el camino

Las personas no renuncian a las organizaciones, sino a jefes y ambientes tóxicos.

El presencialismo no es equivalente a productividad y solamente conduce al malestar organizacional. Son los resultados los que realmente aportan valor a todas las partes.

Los líderes deberían ser cercanos, empáticos y ejemplo en cuanto al desarrollo de habilidades sociales para generar confianza y sentido de unidad.

Son solamente algunos ejemplos de afirmaciones que se repiten una y otra vez en RRSS y que, en ocasiones, reciben centenares (o miles) de recomendaciones y comentarios de respaldo y apoyo. Una y otra vez. Y después, de nuevo.

No es que no sean ciertas, ni que no lo merezcan. Es que (lamentablemente) ignoran una parte muy importante de la ecuación.

No van dirigidas a quien tiene la capacidad de cambiar esas situaciones, sino a quien las padece (y por supuesto se une a la causa). Son un «estoy contigo», «pienso como tú» o «comprendo cómo te sientes». Pero más allá de ofrecer pertenencia, no cambian nada.

Luchar por el cambio precisa poner en primer lugar educar.

Educar para desmontar viejas historias heredadas de entornos pasados y obsoletos. De tiempos en que todo era diferente y en que aprendimos soluciones a necesidades diferentes.

Educar al jefe tóxico o a los responsables de crear ambientes tóxicos, personas que casi nunca creerán o admitirán ocupar ese lugar.

Y a las personas que realmente se encuentran detrás del presencialismo por el presencialismo, esas que no comprenden que el rendimiento óptimo se alcanza de otro modo y un ingrediente fundamental para el alto rendimiento es el descanso. En muchas ocasiones no son quienes lo imponen, porque también les llega impuesto.

Incluso a los managers con poder de decisión que podrían descubrir que su trabajo sería más sencillo, gratificante, valioso y reconocido si potencian y desarrollan ciertas habilidades.

Conectar y unirse a la causa es algo fantástico, pero para acelerar el cambio el término importante es educar. Y ni es posible educar a la fuerza, ni se genera un gran impacto excluyendo a los protagonistas.