Primero los demás es algo que algunas personas aplican en determinadas circunstancias.
He escuchado y leído en muchas ocasiones sobre el servicio y la ayuda. Sobre el debate que plantea el primero yo o primero los demás. Me gusta, aplaudo la actitud generosa y la entiendo como digna de admiración. El problema aparece con la palabra siempre.
Todo el mundo tiene un línea, un indicador que separa el primero yo del primero los demás. Y esa línea nunca se encuentra en un extremo. Su posición varía a cada momento en función del día y de la situación. En función de quién eres en cada instante.
Cuando vas a subirte al autobús o pasar por la puerta de un espacio concurrido, puedes hacerlo antes o dejar pasar al resto. Es un ejemplo común de concesión y generosidad. Casi siempre cambia cuando vas a votar lo que crees mejor para ti o para el resto, o mientras esperas que te atiendan en la sala de urgencias de un hospital con un fuerte dolor.
La línea se mueve, fundamentalmente, en base a un factor: cuánto te cuesta. Primero los demás tiene un precio que en ocasiones pagas y en otras te niegas a pagar. Nunca es siempre.