Las llamamos blandas o soft skills. Habilidades opcionales y prescindibles.
Deberíamos llamarlas críticas. Y en conjunto, la distinción debería hacerse entre críticas y específicas.
Continuamos empeñados en dar protagonismo a aquello que podemos comprobar más fácilmente, que podemos medir más fácilmente y que puede justificar nuestras decisiones sin riesgos.
Mientras…
Cada día conocemos nuevos casos de éxito que casi nadie esperaría y a personas con grados similares de desempeño sobre el papel obteniendo resultados muy diferentes.
El azar es un excelente factor para justificar este tipo de casos, pero suele intervenir mucho menos de lo que nos gustaría poder demostrar.
Mientras eso ocurre seguimos ignorando factores críticos que no sabemos muy bien cómo paquetizar o combinar de modo que apunten a una persona o grupo de ellas.
Liderazgo, honestidad, inquietud por aprender, perseverancia, ética, motivación, confianza, compromiso, capacidad de escucha activa, creatividad, adaptabilidad, diplomacia, pensamiento estratégico, competitividad, agilidad, flexibilidad, resolución de conflictos, empatía, resiliencia, amabilidad, asertividad…
¿Cuántas más?
Resulta evidente que no puedes contratar a un médico que no sepa de medicina ni a un abogado que no sepa de leyes.
Pero…
Hay más. Habilidades no opcionales ni prescindibles, sino críticas. Representan la base sobre la que construir organizaciones sanas, competitivas y exitosas.