De eso se trata. La vida resulta ser un ciclo en que vas y regresas recorriendo diferentes caminos para no llegar a ninguna parte. Resulta frustrante para quien busca un destino único, y gratificante para quien se centra en el viaje.
Mientras viajas te descubres, y esa resulta ser la parte fantástica del viaje.
Durante muchos años yo he buscado un destino único. Un destino que, a día de hoy, calificaría de inexistente. Y sin embargo me movía, día a día, tratando de dirigirme a algún lugar que no conseguía ver con total claridad. Perdía el ánimo, lo recuperaba, y seguía tratando de avanzar con la mirada fija en ninguna parte.
Seguía construyendo algo sin sentido, encontrándole todo el sentido del mundo mientras jamás me permitía cuestionarlo.
Trabajé duro y me sometí a los dictámenes de la sociedad que entre todos hemos creado. Me compré una vivienda, me casé, acogí a una mascota y formé el hogar que todo el mundo espera que formes. Trabajé incansablemente para pagar mi vivienda, garantizar una estabilidad económica, comprar caprichos caros, tecnología y sus nuevas versiones cada vez que una aparece, un buen coche, visitas a buenos restaurantes y todo aquello que conforma el estatus que la sociedad espera. El estatus en el que puedes sentirte validado.
Te habitúas rápidamente a todo eso. Lo que podría llegar a percibirse como relativo éxito desde fuera es, en realidad, mediocridad y frustración dentro. Más gastos implican más trabajo, y en algún momento te sorprendes dentro de una rueda de la que no sabes muy bien cómo salir.
Y entonces la miseria lo envuelve todo. Esa mascota que siempre habías querido tener desde niño vive sola, o en el mejor de los casos con otras personas que se ocupan de ella. Tu matrimonio muere, como muere todo aquello a lo que no prestas atención. Tu salud se resiente a causa de las interminables jornadas de trabajo y todos los malos hábitos adquiridos con ellas. Desde dentro, el único término que puede describir la situación es el de fracaso.
Es en ese momento cuando, en el mejor de los casos, recorres el camino de vuelta para volver a comenzar. Desanimado, solo y tocado por un profundo sentimiento de desdicha. Pero con más experiencia y grandes aprendizajes. Y el ciclo de la vida comienza de nuevo.
Cuando aprendes a detenerte a reflexionar, cuando lo incorporas como un hábito en tu vida, lo más probable es que no llegues tan lejos por el camino erróneo. Y eso te evitará dolor e insatisfacción.
Seguramente no volverás a cometer muchos de esos errores, pero quedan muchos otros esperándote en tu camino. Y los cometerás. Y regresarás una vez más, cargado de nuevos aprendizajes para enfrentarte de nuevo al ciclo de la vida. Cada vez recorrerás menos espacio en el camino de insatisfacción porque aprenderás a detectarla rápidamente. Y cada vez disfrutarás más ese camino que es la vida y que se llama aprendizaje.