Dejar ir

Imagina por un momento esta situación. Te relajas, coges aire suave y lentamente hasta llenar por completo tus pulmones y tratas de retenerlo. La sensación es buena. Te sientes bien. Pero a partir de un momento, todo cambia. Cada segundo que pasa comienza a resultar más duro que el anterior, y más duro aún. El único modo de salir de esa situación consiste en dejar ir todo el aire que llena tus pulmones para poder respirar de nuevo.

Atraviesas situaciones similares a esta de forma constante en tu vida. Experiencias que se corrompen, acontecimientos que no debieran haber ocurrido o relaciones que se degradan hasta la toxicidad absoluta.

Situaciones que han dejado de resultar placenteras como un día lo fueron. Y solamente existe un modo de recuperar el aliento: dejar ir. Permitir que esos pensamientos, nexos o relaciones se marchen es el único modo de conseguir respirar de nuevo. No existe nada malo en ello, todo lo contrario. El aire que inspiras te permite seguir viviendo, pero no para siempre. Si te aferras a él y no permites que se marche, convertirás algo que te da vida en algo que te matará.

Para disfrutar una vida plena y poder abrazar todo lo nuevo es necesario dejar ir todo lo viejo primero.