La trampa del agrado

La trampa del agrado está demasiado extendida.

Si le muestras al resto del mundo un abrigo beige, habrá personas a quienes les guste y personas a las que no. Es clásico, y algo aburrido. Pero mucha gente lo aceptaría y tal vez, de entre toda esa gente, algunas personas lo comprarían.

Seguir esa línea te llevará a enfrentarte a dos problemas.

El primero es que todo el mundo muestra abrigos beige. La competencia para llamar la atención de las personas que podrían comprarlo es feroz.

El segundo es que es aburrido. Y si construyes tu audiencia en base a ese abrigo, tendrás que mantenerte el resto de tu vida mostrándoles ropa aburrida para evitar el desastre del abandono.

En su lugar, puedes mostrarles un abrigo multicolor con costuras anchas coloridas y, tal vez, algún llamativo añadido estridente.

Si lo haces, te convendría prepararte para la crítica. La mayor parte del mundo te dirá que no se pondría un abrigo así aunque tuviera diez vidas. Pero probablemente no te ignorarán.

Y habrá un pequeño grupo de personas que amarán ese abrigo. Lo comprarán, se lo pondrán, lo venderán mostrándolo por la calle y enorgulleciéndose de él, lo que traerá a más personas que lo odiarán pero no te ignorarán y, tal vez, a unas pocas más que lo amarán también.

Además, ya no tendrás que preocuparte por aburrirte cuando diseñes tu próxima prenda.

Tal vez te guste el beige… pero seguro que tienes algo que decir que no está an dicho. Si caes en la trampa del agrado, en mostrar lo que no eres para encajar en un puzzle al que no perteneces, te atrapará de por vida.