Eso es lo que puedes ofrecer, lo que tiene todo el mundo o lo que no tiene nadie. Y todo el espectro intermedio entre ambas opciones.
Si te dedicas a vender productos como bebidas, coches o relojes, lo más probable es que estés ofreciendo lo que tiene todo el mundo. Incluso si ofreces servicios como transportar mercancías o vaciar locales. Aún tienes la posibilidad de diferenciarte prestando atención a cómo lo haces pero el protagonismo del qué haces está compartido.
Al otro lado, podrías pintar cuadros, buscar la próxima tecnología que empuje al mundo o acompañar y guiar a personas. Tanto el qué como el cómo quedan abiertos a tu creatividad y a formar algo excepcional.
En el primer caso, lo que puedas obtener a cambio estará muy condicionado por lo que obtenga tu competencia. A más separación hacia arriba más riesgo de que no te compren, y a más separación hacia abajo mayor riesgo de que no hayas calculado bien la rentabilidad que necesitas obtener.
En el segundo esto ocurre mucho menos porque lo que entregas puede ser único. A nadie le gusta perderse lo único, pero que lo sea implica que muchas personas van a perdérselo. Y nadie pide poco a cambio de lo único porque ya sabe que todos lo quieren.