Potencia sin control

La potencia sin control no sirve de nada.

Esa afirmación va a llevarte, sin duda, al apasionante mundo automovilístico. Por supuesto aplica a la perfección, y todos conocemos el motivo de que inmediatamente te haya llevado ahí.

Pero mi intención es hablarte de algo diferente, para lo que esa sentencia tan descriptiva también encaja a la perfección.

Cada día es más común simplificar en exceso. Y eso es exactamente lo que ocurre con las invitaciones a lanzarse, a arriesgar, o con esas frases motivadoras que arrancan las recomendaciones por inercia, por centenares, y que a todo el mundo le gusta leer.

«Yo puedo» brinda una gratificación instantánea que atrapa, aunque sea por un momento, para después olvidarse por completo hasta que el algoritmo traiga la siguiente.

En algunos casos, incluso, motivan acción. Y esos son, lamentablemente, los más peligrosos cuando no existe «algo más» detrás de ese movimiento.

Enfrentar a las personas a su cruda realidad y todas las partes que la componen, sean cuales sean, es la parte que recibe menos aceptación, la que menos frecuentemente aparece y la que constituye la pieza que falta para moverse con sentido.

Ninguna de esas partes está completa sin la otra.

La gratificación instantánea sin movimiento genera frustración a largo plazo. Y la cruda realidad sin empuje, motivación y estrategia la genera a corto.

Pero ambas, unidas, pueden llegar a representar ese «volar con los pies en la tierra» que constituye un cóctel ganador.