Existen dos. Uno supone el gran volumen de los que se entregan, y el otro un volumen residual.
El primero es de valor fijo, por eso es el preferido. Lo que entregas es lo que vale. Un perfume, un reloj o un accesorio de moda. Sin complicaciones, solamente entregas y la otra parte recibe.
El segundo es de valor variable. En esa variabilidad residen su virtud y defecto. Todo el mundo quiere ir a lo seguro y por ese motivo su presencia es muy inferior. Una invitación, un viaje, un reto. Un regalo que aún tiene que desvelar su valía y donde, además, esta depende de la persona que lo recibe. Entregas algo que la otra parte necesita trabajar.
Irónicamente, un regalo del segundo tipo puede suponer un valor muy superior al del primero cuando se lo entregas a la persona adecuada. Pero necesitas arriesgarte.