Instantaneidad

Todo está ocurriendo como consecuencia a la inmediatez y comodidad a la que nos hemos acostumbrado.

Cuando pides o te piden algo, lo quieres o lo quieren para ya. Cuando buscas algo, quieres hacerlo de la forma más cómoda y cuando compras algo lo quieres para ya. Rápido y fácil. Cuando necesitas una respuesta la quieres ya. Rápida, instantánea, inmediata.

Pero hay cosas que no pueden ser para ya y cada día cuesta más tolerarlas.

Estas cosas se inician, se desarrollan a través de un proceso que puede ser más o menos largo y, consecuencia del mismo, llega un momento en que comienzas a apreciar resultados. Pero ahora se busca iniciar y obtener, minimizando o incluso suprimiendo todo el proceso intermedio. Se busca el pack completo sin hacer parte del pago.

Es como querer conducir un fórmula 1 sin pasar, siquiera, por la autoescuela. Puedes aprender: preguntar, ver, escuchar… puedes trabajar y desarrollar todos los conocimientos y comportamientos necesarios para conducir un coche de ese tipo. Un proceso, un determinado plazo de desarrollo, y un resultado.

O puedes buscar la instantaneidad. Te montas directamente, despegas, y chocas en menos de 10 segundos. Y entonces te quedas magullado, no has aprendido nada sobre conducir ese tipo de coches —más allá de un modo de no hacerlo— y ahora ya no tienes ni coche porque lo has destrozado.

Y entonces es cuando la frase que todo el mundo espera aparece: «Conducir un coche de Fórmula 1 no es para mí».

En realidad, su significado es el mismo que: «He descubierto que para conducir un coche de Fórmula 1 necesito implicarme, dedicarme, y entregar mi tiempo y energía hasta aprender a hacerlo. Y no estoy dispuesto. Hay gente que nace sabiendo hacerlo pero no es mi caso». Comodidad e instantaneidad o nada. Responsabilidad huérfana. Y otro aprendizaje perdido.