Vender favores

Es curioso. De un tiempo a esta parte estoy recibiendo un volumen importante —y en ascenso— de contactos a través de la red social LinkedIn de personas cuya intención parece ser vender favores.

Contactos amables y personalizados, nada de campañas automáticas. Es de agradecer.

Lo que ocurre es que esa falta de honestidad me genera rechazo. Tal vez soy yo, y la estrategia esté funcionando. Pero si tuviera que apostar, apostaría al rotundo fracaso.

La mayor parte de ese tipo de mensajes son muy similares.

Han visto tu perfil, destacan alguna de tus facetas, se muestran realmente entusiasmados y elogian por todo lo alto tu trayectoria profesional para decirte que eres elegible para cursar un máster, para inaugurar algún tipo de servicio o para comprar 1000 botes de arena del desierto de Karakum.

Te han elegido de entre miles de perfiles, no para regalarte un iPhone, sino para venderte un gran favor. ¿En serio?

La venta de favores sale cara. Pierdes tiempo, energía y credibilidad.

Si ofreces algo que no tiene suficiente valor, mejóralo. Cuando lo tenga, esfuérzate en mostrarlo para que las personas puedan descubrirlo. Preséntalo, destaca sus virtudes y qué beneficios puede aportar.

Si vale, si cubre una necesidad o satisface uno de esos profundos deseos y llegas a las personas que pueden valorarlo, no necesitarás estrategias estúpidas, deshonestas e inútiles.

En la venta de calidad, la que conecta producto/servicio/cliente adecuados, los favores son mutuos y lo que se vende es otra cosa.