Ayer una persona me preguntó algo relacionado con mi libro que respondí de inmediato, de forma instintiva. Se notó a leguas que mi respuesta distaba mucho de parecerse a la receta que esperaba.
Algo más tarde el tema regresó a mi mente, y debo reconocer que esa respuesta en bruto, sin filtro, estuvo cerca de traspasar la barrera de la corrección.
P: Al final has publicado un libro. Enhorabuena. Hace años que pienso en hacerlo, pero es algo realmente difícil. ¿Cómo lo has hecho?
R: Me senté y escribí. Y al día siguiente de nuevo. Y al otro. Hasta que llegó el momento en que dejó de costarme hacerlo… o en que ya no merecía la pena dar marcha atrás.
Pregunta y respuesta representan una realidad a la que es necesario enfrentarse.
Nuestras reacciones internas más habituales a la situación que vive esta persona son dos. Buscar una receta mágica que elimine las dificultades, o buscar la aprobación al fracaso. La primera no suele existir y la segunda no debería hacerlo.
En realidad, publicar un libro es como cualquier otra cosa. Si quieres publicar uno, necesitarás escribirlo.
Ocurre lo mismo cuando quieres ponerte en forma y te cuesta levantarte del sofá o mantener una dieta, cuando quieres que te den ese ascenso pero prefieres ir siempre a lo fácil o cuando quieres comprarte un pequeño apartamento en la playa pero vives a tope y no ahorras un céntimo.
De nuevo hablando en bruto, ninguna de todas esas cosas aparece. Se crea.
Hay personas que quieren y personas que lo hacen posible. Y también hay muchas que han querido durante años sin hacerlo y, finalmente, lo han hecho. Eso quiere decir que si te encuentras en el primer grupo, las puertas del segundo siguen abiertas para ti. No es aprobación, pero es mucho mejor.