Tienes un montón de planes. Todo el mundo los tiene.
Comienzas por visualizar. En algunos casos, el placer instantáneo que te proporciona esa visión es más que suficiente para complacerte y terminas, incluso, por olvidarte por completo de ese asunto.
En otros, sigue ahí. Aparece intermitentemente, pero no tener claro cómo iniciar tu camino o no disponer de un mapa de tu realidad actual —y por tanto no saber si existe el espacio para algo nuevo— te invita a aplazarlo una vez más. Una tras otra.
La realidad es que los planes desaparecen o se aplazan ad eternum porque los generas de forma automática pero gestionarlos es algo muy diferente.
Seguirás generándolos. Simplemente aparecen. Puedes disfrutarlos momentáneamente y tratar de acallarlos. Pero si quieres hacer algo más con ellos, aquí.