El individuo y el entorno empresarial

Un aspecto vital: la perspectiva relacional entre individuo y entorno empresarial, y la terrible confusión que, en líneas generales, aparece al profundizar en este aspecto.

Se trata de una confusión generada en tiempos pasados y que, en la actualidad, constituye un error capital. Esta confusión se hace visible a través de muchos aspectos, por ejemplo el análisis de la estructura de formaciones y sus materiales formativos.

GTD® se ha vendido históricamente como una solución para trabajar y vivir mejor. El discurso y los materiales formativos reflejan cómo se trata de iluminar con grandes focos todo aquel término, frase o idea que se relacione con un alto rendimiento en entornos empresariales. No es casual que el término trabajar se anteponga a vivir. Ni que los materiales vean como la balanza se desequilibra siempre hacia el mismo lado.

En absoluto es de extrañar que esto ocurra, cuando en este y otros muchos ejemplos se ha tratado de formación orientada fundamentalmente a organizaciones de todo tipo.

Pero el desequilibrio es tal en ciertas ocasiones, que aporta una visión sesgada de la metodología. Se trata de un dato preocupante si se tiene en cuenta que ese desequilibrio nace con el único propósito de compensar el desconocimiento total y absoluto de la materia por parte del entorno empresarial al que se dirige. Es decir: la realidad es que suele mostrarse un GTD® sesgado para despertar el interés de quien no comprende lo que necesita.

GTD® puede ayudarte a vivir mejor. Y, por supuesto, a trabajar mejor. Tu trabajo es, simplemente, una parte de tu vida. Y esto es algo bueno —realmente bueno— que ha costado años comprender, para quien lo ha comprendido.

Todo aprendizaje que ayude al individuo a gestionarse mejor se extiende a cualquier tipo de ámbito. Primero, por amplitud, a su vida. Y después al resto.

En muchas ocasiones, da la impresión de que hemos aprendido poco de nuestra historia reciente. Y, peor aún, de que quien lo ha comprendido lo dice con la boca pequeña porque teme la condena empresarial a una visión diferente. Ha ocurrido y ocurre con aspectos diversos, por ejemplo en materia de presentismo laboral.

La postura de una organización que busca ayudar a las personas que la integran a trabajar mejor pero rechaza aquello que les ayude a vivir mejor, es la postura de una organización ignorante y anclada en el entorno empresarial pasado, que demuestra que no tiene ni la facilidad ni el compromiso necesarios para adaptarse a unas nuevas reglas que pueden facilitar su crecimiento.

Esa postura en que disecciona al individuo y trata de desligar toda relación entre vida y trabajo, de condenar todo aquello que tenga un impacto en lo personal y emocional o de facilitar el desarrollo de toda habilidad o conocimiento que no se relacione al 100% con su puesto choca frontalmente con la actitud acomodada de las personas que integran la organización, que tratan de cumplir a mínimos lo que se espera de ellas. Se trata de un tira y afloja en ambos sentidos que, en realidad, a ninguna de las partes beneficia.

Más tarde y ante las cámaras, por supuesto se habla de conciliación. Y de bienestar. Esos sí son carros a los que es necesario subirse.

Brindar a las personas la posibilidad de mantener bajo control su día a día, y también de conocerse a otros niveles, facilitará que su rendimiento —en todos los ámbitos— aumente, que su nivel de satisfacción sea más elevado y que se produzca un trabajo a nivel interno que les ayude a cuestionar y adquirir claridad respecto a su compromiso o la ausencia del mismo. Y ambas partes se benefician, cuando se trata de organizaciones que buscan contar con personas capaces, comprometidas, y alineadas con el propósito de la organización.

Los puestos en el entorno empresarial en que una persona no necesita pensar ni tomar decisiones escasean. De hecho, la tendencia actual es a la desaparición. Es en estos tiempos más que nunca, cuando contar con personas que reconocen y aceptan su compromiso, que tienen claridad acerca de qué quieren y de cómo avanzar hacia ello y que saben gestionar desde los niveles mas bajos y operativos su vida y trabajo puede marcar diferencias escandalosas.

El individuo no solamente se ven superado cuando recibe más de lo que puede abarcar. También cuando se ve empujado de forma constante hacia algo que ni siquiera puede reconocer como válido o inválido, deseable o indeseable en su vida. Muchas personas no se han sentado a reflexionar acerca de para qué hacen lo que hacen ni sobre qué es realmente eso que quieren. Son aquellas que saben qué quieren, que comprenden cómo se relaciona con el camino que han tomado y la organización con que lo comparten, las que nadie puede parar.

Aún se puede vivir y trabajar mejor. En ese orden. Pero antes, muchas personas necesitarán comprender el motivo de que el término vivir precise ir antes. Y aquellas que ya lo han comprendido necesitan dar la cara para facilitar que otras lo comprendan. No con la boca pequeña, sino a pulmón abierto. Y siempre, no dependiendo de a quién se lo cuenten.