Apostar a la suerte o tener suerte en la apuesta

Un juego de palabras. Quizá en un principio puedan parecerse, pero desde luego se parecen poco. Incluso aunque en ambos casos quisieses referirte a lo mismo o la suerte aparezca en todos ellos.

Siempre va a existir, al menos, una diferencia fundamental entre ambas situaciones. La incertidumbre de la primera se transforma en certidumbre en la segunda. El enfoque en qué haces cambia al enfoque en qué obtienes.

Apuestas a la suerte cuando no dispones de tiempo, ánimo, recursos, incentivos o ganas para facilitar tu éxito más allá del azar. Y has tenido suerte en tu apuesta cuando algo, de cualquier tipo de naturaleza, ha favorecido tu éxito. Es el éxito lo que las separa.

Y luego se encuentra el excepcional caso en que ambas se combinan y, tras apostar a la suerte, tienes suerte en tu apuesta. Rara vez ocurre, y aunque siempre es bien recibido, en general es producto de una mejorable estrategia.

Facilita pensar que sin tiempo, ánimo, recursos, incentivos o ganas la suerte puede hacer el milagro, que se puede ganar sin haber invertido en haberlo intentado y que se puede recoger sin haber sembrado antes. Todo ello es cierto, y eso es lo peor de todo. Es la fábrica de esperanza que convierte en fracaso casi todo aquello que toca.