El cambio lento y gradual puede llegar a ser el peor de todos. No se detecta fácilmente, del mismo modo que cuando ves a un niño crecer día a día sin darte ni cuenta de que está creciendo. Y de repente llega alguien que hace un tiempo que no lo ve y dice: «¡Caray! ¡Qué grande está!»
No apartes por demasiado tiempo la atención, ni de dentro ni de fuera, porque ahí se encuentra. Y solamente podrá darte una sorpresa desagradable si se lo permites.