Confiar (en una persona concreta)

La confianza guía el movimiento, y la ausencia de ella lo limita. Confiar es el motor para dar un paso, mientras que no hacerlo es el freno que te ata a tu posición actual.

Cuando llega el momento de confiar las alarmas se disparan, es necesario verificar —al menos, tratar de hacerlo— si vas a pisar terreno firme o si, por el contrario, existe el riesgo de dar el paso y comenzar a hundirte.

En ese momento hace acto de presencia el miedo, el instinto de supervivencia toma el mando y aparece ante ti una señal de «stop», obligándote a detenerte. Es fantástico disponer de un sistema de seguridad integrado que te invite a darle una vuelta y hacer comprobaciones antes de exponerte.

Esto ocurre bien cuando necesitas confiar en algo o alguien externo, o bien cuando necesites confiar a título interno, en tus creencias o en tus capacidades. Y para muchas personas, lamentablemente, es en esta situación cuando la señal de «stop» se maximiza hasta cegarlas por completo, con las señales de alarma reclamando el 100% de su atención.

Es necesario un cambio. Y ese cambio consiste en una posición por defecto de «sí, confío» en lugar del «no confío», en aquellos casos en que es en sí mismas en quien necesitan confiar para continuar su marcha. Si no te mueves nada cambia.