El sistema de formación tradicional se basa, fundamentalmente, en información. Se martilleaba de forma constante y se invitaba a auto-martillearse, para concluir con una prueba que garantizase que los intentos indiscriminados de atravesar el cráneo del alumno habían dado sus frutos.
Este sistema ha ido mutando, en algunos ámbitos, hacia un modelo menos intrusivo y que a través de varias técnicas hace un llamado hacia algo inédito hasta ahora: despertar el interés por el aprendizaje. Es un gran avance, pero sigue tratándose de un modelo protagonizado por la información.
No me cabe duda de que la información, aunque parte fundamental del proceso, debe ceder su protagonismo a la interacción, a la experimentación y a la retroalimentación. El comienzo es importante pero lo que sigue necesita ser apasionante, inesperado y realmente diferencial.