Cuando dices algo, no puedes esperar que todo el mundo deposite confianza en ello. En ocasiones, dirás algo que la mayoría comparte y no suele cuestionarse. En otras, algo que casi nadie comparte y que, en el mejor de los casos, se cuestionará, en otros se rebatirá y en la mayoría se negará ipso facto sin más.
Las reacciones que aparecen consecuencia a lo que dices no son fortuitas, ni mucho menos. De hecho la mayoría de ellas ya están ahí, esperando que abras la boca para emerger. Esto ocurre porque no se basan únicamente en qué dices, se basan en algo más.
Y ese algo más puede modelarse. Porque lo que dices puede despertar las reacciones que esperas si preparas los 30 segundos de tu discurso durante los 30 meses previos.