Cuando realmente sabes lo que estás haciendo, puedes otorgarte el lujo de distraer la atención. Es algo fantástico, porque puede ayudar a que se logren grandes cosas.
Por ejemplo, si tratas de explicarle a alguien como iniciar su camino en GTD®, es muy posible que te encuentres ciertas reticencias por su parte cuando te centras en lo que desde un punto de vista teórico debería ser hecho.
En su lugar, aprende a escuchar qué hace o qué cree que debería hacerse. Y conviértelo en algo que le ayude a implantar los hábitos fundamentales proponiendo pequeños retoques.
Es más fácil entrar de lleno cuando validan tu criterio, aunque necesites asumir algún insignificante cambio. Y detrás de esas insignificancias puede esconderse algo terriblemente significativo.