Mañana nosotros, o mañana yo

Los niños compiten en determinadas actividades extraescolares. O en deportes, de equipo o individuales. Algunos han tenido la fortuna de aproximarse a esas disciplinas al lado de una mano amiga, una que les ha aportado diferentes puntos de vista sobre en qué consiste eso que hacen. Y si esos puntos de vista son los adecuados, disfrutarán más.

Entrenarán para disfrutar mañana una vida que puede ofrecerles mucho, si entregan mucho. Y podrán entregar mucho, y recibir mucho, sin mucho esfuerzo. Simplemente, con una actitud adecuada.

En algunos casos, existen manos que ponen pesadas losas sobre ellos, invitándoles a vencer, a doblegar a su rival. No de un modo sano, sino de uno absoluto. Dejándoles meridianamente claro que es un número quien, cuando todo termine, va a decir quién vale y quién no. Quien ha vencido y quién ha sido derrotado. Presionándoles. Hablándoles de ganadores y perdedores.

En otros, hay manos que les explican que su rival es su amigo, alguien que va mostrarles el camino hacia la mejora. Alguien como ellos, que quiere dar lo mejor de sí, que quiere ganar. Y que será su mejor maestro porque, para ello, tratará de aprovechar sus puntos débiles. Su rival es alguien que quiere evolucionar con ellos, que quiere hacerlo mejor que lo ha hecho nunca, y que va mostrarles qué necesitan mejorar. Estas manos les muestran que todos pueden ganar.

Mañana, o dentro de diez años, algunos de estos niños serán adultos. Muchos solamente verán rivales, enemigos, barreras que se interponen entre ellos y aquello que desean. Y exigirán aquello que, en su sesgada percepción, les corresponde porque han vencido.

Otros, pensarán que todo el mundo puede ganar al mismo tiempo. Que ganan cuando dan lo mejor de sí, y que mejorar está asociado a competir de forma sana y saludable. Ayudando a mejorar al resto y ayudándose a mejorar a sí mismos. Estos niños y jóvenes serán los adultos que piensen en términos de nosotros, en lugar de yo.