Es una elección

Hace unos años hicimos noche en un hotel en Barajas. Mi esposa y yo en una habitación, y nuestro hijo Abraham junto a su abuela en otra contigua.

Abraham tenía unos 6 años por aquel entonces. Siempre dormía con un pequeño oso de peluche que, incluso cuando viajábamos, nos acompañaba. Abandonamos las habitaciones por la mañana temprano para tomar un vuelo. Menos de una hora después de haberlas abandonado ya saltó la alarma: el pequeño peluche se había quedado allí.

Llamamos al hotel, nadie sabía nada. Nos pidieron llamar una hora después, y cuando lo hicimos, nos confirman que en las habitaciones no había ningún efecto personal nuestro. Quién sabe en qué cubo de basura terminó el pequeño oso. Una pérdida menor para el mundo pero una gran pérdida para Abraham.

Varios años después nos alojamos en un hotel situado entre Gran Vía y Sol. Cuando lo abandonamos, descansamos un rato en la sala de espera al lado de recepción mientras un taxi acudía.

Sobre una hora después, en Chamartín y a punto de tomar un tren, recibo una llamada. La chica de recepción que había gestionado nuestro check-out se dio cuenta de que al lado del sofá en que estábamos esperando la llegada del taxi, Abraham había dejado una pequeña bolsa con un souvenir que había comprado al lado de la Plaza Mayor. Buscó mi número y me avisó.

Cuando regresé a Madrid unas semanas después me alojé en el mismo hotel y lo recogí en recepción. El chico que me atendió, tras escucharme, acudió a la sala donde guardan este tipo de objetos y regresó con él. La bolsa había sido cerrada y grapada, y tenía una etiqueta grande con letra clara con mi nombre, mi número de teléfono, la habitación donde nos habíamos alojado, la fecha de salida, y una nota indicando que me había avisado y mi respuesta había sido que lo recogería en unas cuatro semanas, aproximadamente. Ya no trabajaba allí, así que no tuve oportunidad de agradecerle personalmente lo que hizo.

En ambos casos cometimos un error. En ambos alguien supo que lo cometimos, y en ambos alguien tomó una elección.

No es muy habitual encontrar a personas cuya elección conlleva un esfuerzo. Es más habitual la elección de no me importa. Nunca leerá esto pero, por si acaso, ahí va: gracias.

Quizá sea mucho mejor dar gracias siempre, en cada una de las ocasiones. Solamente por no perder la oportunidad de hacerlo en aquellas raras ocasiones en que jamás debería perderse.