La urgencia. ¿Realmente alguien necesita aclaraciones sobre qué es urgente y qué no lo es? Es posible que sí, y sin embargo ni siquiera lo sepa…
¿Qué es urgente?
Si oyes una sirena de policía o ambulancia, seguramente sea urgente. Y si oyes una sirena de alarma nuclear, eso sí que podría ser muy urgente. ¿Pero que hay respecto a tu vida? ¿Qué es urgente para ti? ¿Cuándo y cómo determinas que algo es urgente o no lo es?
Si te pones a pensar en tu yo futuro y te vislumbras con setenta años, pensando sobre cómo te arrepientes de no haber hecho algo en tus cuarenta, ¿Cuándo se convierte en urgente? ¿Cuando cumplas cuarenta? ¿Cuando cumplas cuarenta y nueve? ¿Ahora, que tienes cuarenta y cinco?
Si tienes cuarenta y cinco, la mitad de tus 40’s se han ido y aún no has hecho nada más que echar papeletas para arrepentirte a tus setenta.
La realidad es que cuando determinamos que algo es realmente urgente, no pensamos demasiado en ello. No lo necesitamos. Nos ponemos manos a la obra. Hoy. Ahora. Ya.
Pero existe otro tipo de urgencia.
Ese otro tipo de urgencia es la de imprimir el informe que tienes que entregar la semana próxima. O la de comprar los billetes de avión antes de que las plazas se agoten. La de comprar los ingredientes para la comida del domingo.
Puedo hacerlo mañana. Puedo – hacerlo – mañana.
Pero en algún momento, dejas de poder hacerlo mañana. Se convierte en imprescindible hacerlo hoy. En ocasiones sabes cuando llega ese momento, por ejemplo en el caso del informe o de la comida del domingo. En otras, podrías no saberlo, como en el caso de los billetes de avión.
Y luego está el factor plazo. Quizá hoy convierta ese tema en extremadamente urgente para una persona, pero sin embargo para otra, extremadamente urgente solamente pasará a ser cuando falte una hora para el desastre.
Una hora antes de entregar el informe, una hora antes de que cierre la carnicería.
Y existe un lado más.
Etiquetar como urgente aquello que no lo es, con la única intención de destacarlo por encima del resto. De motivarnos a hacerlo, de darle salida.
Porque sabemos que cuando es urgente, nos ponemos en marcha. E ingenuamente pensamos que podemos utilizar esa etiqueta en nuestro beneficio, hackeando nuestra mente para que trabaje en base a la información que nosotros deseamos que maneje.
Pero nuestra propia mente conoce mejor que nadie a nuestra propia mente, y se da cuenta de la soberana estupidez de estrategia que ella misma ha tratado de desarrollar.