Comunidades para el aprendizaje, communities of practice. Personas que se unen en torno a una inquietud común, hambrientas de nuevos aprendizajes.
Están por todas partes. Hace muchos años ya lo estaban, pero la explosión de Internet ha facilitado su creación, crecimiento y popularidad. Ha facilitado que puedas crearlas o unirte a ellas, seas quien seas y hagas lo que hagas.
No todo lo que te encuentras en la red son comunidades de este tipo. Existe una gran diferencia entre una comunidad de aprendizaje, o comunidad de práctica, y un lugar cualquiera en que, simplemente, se reúnen personas. Un grupo en que no hay actividad, no existe participación, o todo nuevo contenido se construye alrededor de spam, mensajes comerciales, o intentos para atraer visitas a una página web, no es una comunidad de aprendizaje o práctica. No lo es porque ni el aprendizaje ni la práctica están presentes. Ni el cambio.
Una comunidad artificial no funciona porque no se produce una interacción que genera valor a las personas. Deja de ser artificial cuando consigues que participen personas que encuentren valor, lo que les lleva a participar, lo que lleva a generen valor.
Estoy apuntado a varias listas de correo y, desde una de ellas, publicaron tiempo atrás el feedback de un participante en una comunidad de práctica. Tiempo atrás ya compartí contigo su testimonio sobre aprender a nadar.
De todo ese testimonio que nos regala pueden extraerse varios pilares sobre qué aportan las comunidades de práctica.
Uno de ellos se refiere a la diferencia entre el conocimiento teórico sobre algo, y la aplicación práctica de ese conocimiento teórico. Porque no es lo mismo saber nadar desde la teoría, desde un libro o un vídeo en YouTube, que desde el océano. Y tampoco es el mismo conocimiento el que puedes obtener de una obra estática que el que obtienes de la participación viva con otras personas.
Otro, se basa en cómo la observación, comparación y análisis entre que hago y qué hacen otras personas puede ayudarme a detectar vías de mejora. No solamente abrir la posibilidad de mejoras concretas ante mis ojos, sino aportarme además ejemplos prácticos sobre determinados comportamientos, y permitirme conocer las reacciones de otras personas a esos comportamientos. Porque cada persona se guía por un mapa único, confeccionado a base de las pequeñas piezas de conocimiento que ha ido recopilando, de experiencias vividas y de creencias adquiridas por estas u otras vías.
Y uno más está relacionado con cómo, a través de las propias percepciones sobre todo lo anterior, se abre el apetito de más en nuestro interior. Más interacción, más aprendizaje, más mejoras. Más cerca de pensar y actuar como mi referente, porque honestamente creo que mi referente se encuentra varios pasos por delante.
De este modo aparece —o se incrementa— la motivación. Y la constante interacción con los referentes la mantiene activa, viva, acechante.
Hacer este viaje en compañía, en comunidad, dota de un componente social al aprendizaje que lo transforma en algo mucho más atractivo si cabe. La relación con tus pares puede convertir algo tedioso en algo ameno, y forjar relaciones auténticas a lo largo del tiempo.
Y saber que, del mismo modo que existen personas que van varios pasos por delante de ti y otras que van haciendo el camino a tu ritmo, hay otras que, debido a que han llegado más tarde o han definido un ritmo de avance menos ambicioso, es también algo motivador. Porque tú, que observas atentamente qué hacen personas con más experiencia, puedes ser observado por otras con menos.
Y cuando juntas a todas estas personas con el interés común por el aprendizaje, cada una con sus experiencias, con sus ritmos y con sus diferentes posiciones repartidas por el mapa e itinerario de aprendizaje, comienzan a establecerse conexiones difícilmente predecibles que convierten a todo ese grupo heterogéneo en algo homogéneo. Se producen sinergias, se facilitan sumas donde el resultado supone mucho más de lo que en principio representaría la suma de cada una de sus partes por separado.
No pueden obviarse los grandes beneficios del aprendizaje en comunidad. Estos y muchos otros. Porque aprender en soledad, aunque necesario, jamás podrá competir con un modelo mixto en que también aprendes en comunidad. Juntos se construye mucho más, se avanza mucho más.
No temas unirte a una, o crearla. Ni temas participar, porque si el mero hecho de unirte es un avance importante, participar es lo que realmente transforma.
Te transforma a ti, que generas valor interno a través del proceso de reordenar tus pensamientos cuando quieres compartirlos. Y recibes valor externo en forma de información y feedback.
Y transforma al resto, que reciben valor cuando compartes con ellos, y les obliga a reordenar sus pensamientos para compartir contigo. Cada intervención tiene valor, e impacta en todas las partes.
¿Qué formato? Pues depende de qué busques.
Si buscas la interacción rápida, la sincronía, la diversión como pilares fundamentales, comunidades basadas en un grupo de chat es una magnífica opción.
Sin embargo, si buscas una mayor reflexión y unas intervenciones más trabajadas, un chat en tiempo real probablemente no sea la mejor de las opciones. La reflexión y la intervención trabajada funcionan mejor en un entorno asíncrono.
Aunque muchas de las variables que pueden ayudar a definir un modelo ideal son bastante simples y evidentes, la realidad demuestra que, en la práctica, existe un gran número de comunidades cuyo funcionamiento no está construído en torno a maximizar sus fortalezas.