Una pelota o un bumerán

Lanzar es lanzar. Si pones tu atención en hacerlo, realmente da lo mismo lanzar una cosa que otra. Sin embargo, si existe un propósito para ese lanzamiento todo puede cambiar. Entonces importa qué lanzas y cómo lo lanzas.

Si lanzas una pelota, no esperes que regrese si algo o alguien no te la devuelve. Puedes estar jugando frente a un muro, donde impacta y regresa. O lanzársela a una persona que la recoge y envía de vuelta. Pero en caso contrario, la perderás o te tocará ir a buscarla.

También podrías lanzar un bumerán. Y en este caso todo cambia. Si sabes lanzarlo y ningún otro elemento interviene, regresará.

Con las relaciones suele ocurrir algo muy diferente a lo que ocurre con una pelota o un bumerán. A más esfuerzo pones en que algo regrese, menos —o peor— suele hacerlo.

Tiene una explicación. Cuando tu atención está centrada en lanzar para que algo regrese, lanzas de un modo diferente. Pones atención a diferentes detalles, te preocupan otros aspectos. Pensar en cómo y qué lanzar para que regrese del modo que deseas que lo haga facilita olvidar pensar en otros factores.

Sin embargo si lanzas con la intención de hacer tu mejor lanzamiento, sin preocuparte por lo que ocurra después, se produce la magia. No solamente lanzarás mucho mejor. Curiosamente, cada vez habrá más personas esperando devolverte lo que has lanzado.