Generosidad

Te lo guardas porque crees que pierdes compartiendo. Una idea de negocio que alguien podría explorar antes, un fracaso que podría avergonzarte ver hecho público o una pieza de información que podría elevarte por encima del resto.

Muchas de esas piezas se van quedando olvidadas en algún cajón perdido.

No es muy diferente a otras situaciones que te resultarán familiares. Por ejemplo, comprarte esas zapatillas de €180 para forzarte a salir a correr aunque luego nunca lo hagas, comprarte ese curso en línea que sabes que te beneficiaría y termina olvidado en alguna carpeta de tu ordenador sin que lo hayas visto, o comprarte el abono anual a un gimnasio que en mayo sigues sin pisar.

En ocasiones, percepción y realidad están demasiado alejadas para encontrase.

Es ingenuo pensar que nadie ha tenido esa idea de negocio antes, que nadie piense que jamás te has equivocado o que nadie disponga de información clasificada —de mayor calidad y peso que la tuya— que pueda catapultar su posición. Y es poco práctico guardar por guardar.

En un mundo en que las conexiones interpersonales y la confianza son ingredientes fundamentales, la generosidad es una de las mejores estrategias incluso cuando tratas de ser egoísta. Todo lo que se libera se abre a una nueva vida, inexistente mientras es privado. La percepción juega malas pasadas y la generosidad siempre esconde algún premio.