Feedback

Recibir feedback es bueno. Una sentencia reducida a la mínima expresión pero que, básicamente, es totalmente cierta. Sea positivo o negativo, proceda de quien proceda, es valioso. No la crítica destructiva, porque eso es otra cosa.

Es posible que opines diferente. Sin embargo, también es muy posible que otro punto de vista tenga mucho que ver con cómo se trata el feedback, en lugar de con el feedback en sí mismo.

Recibir opinión que, al menos en un porcentaje admisible, sea otorgada desde la honestidad, es una fuente de mejora de incalculable valor. Sin embargo, para tratarlo de un modo objetivo es necesario disociarlo de la carga emocional que puede traer aparejada.

No es necesario que lo compartas. Ni siquiera que te guste. Pero es necesario que lo tengas en cuenta, trates de comprenderlo y, sobre todo, que sepas que al menos una persona —y posiblemente muchas, o muchísimas más— piensan de ese modo.

Es difícil mantener las emociones al margen, como también lo es tomar las mejores decisiones sin contemplar, al menos parcialmente, cómo se ve todo apartándolas. Nuestro punto de vista es particular, en ocasiones tanto que casi no llega a minoría.