Si, como yo, has tenido la fortuna de visitar uno de esos pequeños pueblos de montaña en que puedes comer en un bar que además vende calcetines y pilas, sabrás de qué te hablo.
Un bar que es más que un bar. Es el bar, la tienda, y el centro social. Es el lugar al que llega a comer la gente de ciudad y se queda completamente maravillada. Siempre hay algún tipo de cocido que ha estado horas reposando sobre una cocina de leña o carbón. Algo que no puede parecerse a lo que encontrarás en uno de esos lugares en que todo va demasiado deprisa.
Lo bueno, lo que perdura, lo que marca… se cuece lento. Siempre.