La fecha límite supone una carga cuando deseas calma. Si no hay prisa, ¿qué prisa hay?
Y sin embargo, la fecha límite empuja. No para que hagas algo, sino para que tomes una decisión. Si urge, ¿dónde queda la indecisión?
En contra de lo que parece, en muchas ocasiones la línea que separa la calma de la urgencia es fina, flexible, y poco evidente.
El secreto no se encuentra en poner fecha límite para forzar el movimiento. Esa es la estrategia superficial que apenas funciona.
El secreto se encuentra en profundizar en la esencia para detectar qué urge entre un aparente mar en calma.