Es curioso lo que ocurre cuando tienes una larga espera por delante en una fila, en un aeropuerto, o en una estación de tren o autobús.
Dependiendo del entorno y momento, es posible que puedas invertir tu tiempo en leer, trabajar con tu ordenador, o incluso hacer algunas llamadas. O es posible que ese entorno no facilite que lo hagas.
También es posible que tengas las pilas cargadas a tope y que, aún en contra de un entorno que facilita poco llevar a cabo alguna de esas actividades, prefieras intentarlo. O que tu pila esté bajo mínimos y, aún en las condiciones adecuadas de entorno, evites hacerlo.
En cualquiera de todas esas circunstancias externas e internas tienes una opción más: el modo observatorio.
Personas que entran y salen, unas caminan rápido y otras más despacio. Personas que leen un libro, y otras que revisan frenéticamente su smartphone. Gente sentada por las esquinas, con la mirada perdida. Personas que conversan con otras, y personas que conversan por teléfono. Y tú en medio de todas ellas, evadiéndote de tu vida para centrarte en otras por un momento.
Es curioso lo que puedes aprender simplemente observando, en silencio.
Es posible que pienses que se trata de una pérdida de tiempo. Que en absoluto te interesa lo que hacen. Sin embargo, no todo el valor de llevar a cabo un ejercicio de este tipo se encuentra fuera. Una buena parte se encuentra dentro. Desconectar para reconectar es un valioso entrenamiento que bien vale el viaje, aunque no te traigas nada de vuelta. A veces, algo parece cambiar mientras no estás.