En un mundo en que las potenciales opciones físicas superan exponencialmente las necesidades a cubrir, todo el mundo busca talento. Organizaciones que buscan el talento que las ayude a avanzar, a pasar a otro nivel. Y personas que buscan destacar de algún modo para convertirse en la opción.
No tiene sentido. Está por todas partes, te rodea ahora mismo aunque no seas capaz de verlo. No se trata de identificar a alguien. Se trata de llevarlo y mantenerlo en el plano adecuado, el que posibilita las condiciones necesarias para que se expanda. Se trata de alimentarlo, de premiar que ocurra y de generar la confianza para que se manifieste. El talento se expresa cuando persona y entorno adecuado a la persona se unen.
Nada de esto ocurre levantando determinadas rejas. Ni con inflexibilidad, ni con miedo. La persona más talentosa se convertirá en un estupendo objeto decorativo de carne y hueso si estrechas la cerca. Si el error se castiga, el talento se esconde. Si se temen las represalias, se va a lo seguro. En muchas ocasiones no se trata de atraer talento, se trata de no matarlo cuando llegue. No se trata de qué partes, se trata de qué puedes llegar a producir con ello.
Aún hoy, hay quien se enorgullece de sumar talento a sus filas como si eso sirviese de algo. Y a otro lado, hay quien consigue que todo y todos los que le rodean destaquen de un modo u otro. Siempre ha sido así. El talento huye de los caminos inconsistentes y de los entornos nocivos. Y no hay nada que pueda hacerse, salvo cambiarlos.