Qué no hacer

Un caso real y un gran ejemplo acerca de qué no hacer si administras un negocio:

  • Tu pequeña empresa tiene contratadas sus líneas móviles con una de las grandes compañías de telecomunicaciones de tu país. En un momento dado tienes un problema técnico con un terminal móvil. Necesitas el servicio en esa línea.
  • Te diriges a una tienda a solicitar un duplicado de tu e-SIM para instalarla en otro terminal.
  • Tras la habitual espera para ser atendido, te encuentras con una sorpresa. No tienen e-SIM. Te invitan a visitar otra tienda.
  • Ya en otra, tras la de nuevo habitual espera y haber confirmado que disponen de e-SIM, te indican que al tratarse de un contrato de empresa deben verificar que eres la persona autorizada para llevar a cabo este tipo de gestiones.
  • Para verificar este dato deben hacerlo vía telefónica y, tras más de veinte minutos de espera con la habitual melodía relajante sin que nadie al otro lado conteste, te invitan a regresar al día siguiente porque han llegado las 20:30 horas. Horario de cierre.
  • Al día siguiente, allí estás. El proceso se repite y tras más de quince minutos de nuevo en espera para la misma llamada, responden al otro lado.
  • Verifican los datos y… de nuevo sorpresa. No eres la persona autorizada.
  • No hay nadie más. Tú administras tu empresa, tú has firmado los contratos y tú has realizado el 100% de los trámites. No lo comprendes, ni se te aporta ninguna otra información.
  • Como por algún extraño motivo no eres la persona autorizada, te instan a regresar con copias de escritura, CIF, recibo bancario, y demás documentos que llegados a este punto ya te importan poco. Has desconectado.

Prácticamente todo el mundo ha pasado —directa o indirectamente— por situaciones similares. En este caso no se trata de una situación especialmente delicada, las hay mucho más. Tampoco se trata de un error, se trata de —al menos— tres errores en menos de 24 horas.

Especialmente si gestionas tu propio negocio, conviene tener siempre presentes estas experiencias. Te enriquecen para tratar con tus clientes. Estar a ambos lados de la línea facilita tener claro qué hacer, y sobre todo qué no hacer. Si haces esto, probablemente muchos de tus clientes dejen de serlo.