La mesa cojea. Es incómodo, en cuanto la tocas oscila, y ese sonido de las patas golpeando el suelo llega a ponerte de los nervios.
Te pones a comprobar cuál es el problema. En el mejor de los casos puede tratarse de alguna pata, y en el peor de ese suelo que tu siempre has visto perfectamente nivelado hasta que has colocado esta mesa en ese preciso lugar. Y si se trata de una pata, podrías cambiarlas. O rectificarlas. Incluso poner un pequeño taco debajo de una de ellas. O más simple, un papel plegado.
Diferentes soluciones. Más rápidas o menos, más costosas en recursos o menos, más duraderas o menos.
La mesa ya no es una mesa, ni las patas unas patas, ni el suelo un suelo. Son ejemplos que representan que no siempre tus únicas opciones se reducen al todo o nada. El todo o nada es peligroso en muchas ocasiones. Casi siempre termina por convertirse en nada.
Un papel plegado puede resolvértelo de momento. Y un taco de goma podría resolvértelo por bastante tiempo. O quizá deberías rectificar las patas, cambiarlas, o incluso cambiar de mesa. ¿Existe algo más importante en tu vida ahora mismo que una mesa que no cojea? ¿Y durante cuánto tiempo necesitarás que no lo haga?