El buenismo siempre es bien acogido

En una época en que interaccionar con otras personas es más sencillo que nunca, estén donde estén, el círculo de potencial alcance de tu discurso se ha visto ampliado de forma casi ilimitada.

Sin embargo, que exista la posibilidad de que tu discurso pueda llegar no quiere decir que llegue, aunque existen modos para tratar de facilitar que lo haga. Al mismo tiempo, existe un componente social en prácticamente todo lo que hacemos. Se buscan las relaciones. Se busca ampliarlas, mejorarlas y mantenerlas en buena salud.

El buenismo siempre es bien acogido. Es un gran modo de vender tu oferta. A todo el mundo le gusta lo bonito. El mensaje de esperanza, la amabilidad extrema, la reafirmación y apoyo a sus actos. La frase fácil y la sonrisa permanente.

Y no es que no importe. O que no aporte. Todo ello importa y todo ello puede aportar en según qué circunstancias. Sin embargo ha llegado a sobrestimarse. Relega a un segundo plano la incomodidad, el reto, o el mensaje adverso que provoca inquietud en lugar de sonrisas. Lo amargo tiene menos suscriptores.

Esa actitud de buenismo sostenido denota la necesidad de aceptación constante. Denota egoísmo, denota un foco desmedido en el interior en lugar de en el exterior. Aprendizaje, cambio y valor se encuentran, en la mayor parte de ocasiones, al lado incómodo. Los logros valen lo que ha costado el camino que te conduce a ellos, y las relaciones de verdad precisan mucho más que la frase bonita de turno.