El muro de una presa contiene al agua. Está diseñado para eso, no tiene nada de malo. Y si en determinado momento es demasiada, la compuerta se abre y permite que parte salga.
El muro que las personas utilizamos para contener algo casi siempre se llama miedo. Aunque lo llamásemos de otro modo, el miedo suele estar detrás de los diferentes términos que podríamos utilizar. Y en este caso sí existe algo de malo: no suele haber compuerta. Todo es muro, firme, alto, inmóvil. Nuestra presa no libera en los momentos en que los niveles sugieren que deba hacerse, libera cuando la presión es tan elevada que se torna incontenible. Sin tener en cuenta que las condiciones, el momento y lugar sean los adecuados. Libera cuando no existe otra opción.
Esa actitud represiva sienta cátedra. Contagia. No permite arriesgar. Por costumbre, graba en piedra una ley no escrita. Y por miedo a perder, pierdes.