La línea que marca el límite

Hace ya mucho tiempo que has descubierto que la línea que marca el límite puede moverse. Cualquier límite. El límite de lo admisible, el de tus fuerzas o el de tu motivación. Pero la gran flexibilidad que brinda poder mover esa línea, representa también un peligro inconmesurable. No te has parado a pensar que puedes rendir más sin recurrir de forma reiterada a desplazarla.

En una gráfica, el alto rendimiento se vería representado por una línea prácticamente uniforme. Y en esa misma gráfica, lo que haces ahora se vería representado por una línea en continuo in crescendo hasta que, en algún momento, cae en picada.

El balance final, hablando de resultados, favorece de lleno a la primera opción. Pero la diferencia fundamental y que más transciende no se centra en ese parámetro.

Tiene que ver con tu calidad de vida. Mientras que en el primer caso mantienes una constancia dentro de márgenes saludables y sostenibles en el tiempo, en el segundo vives en un estado de tensión constante. Primero acelerando al límite de tus fuerzas mientras la curva asciende, y después sumido en un estado de agotamiento y depresión profundos cuando cae. Y entonces entras en una fase de recuperación que termina llevándote a iniciar ascenso de nuevo, en un bucle infinito de subidas y bajadas.

Hay otros modos. Tu posición natural es el equilibrio. Desde el equilibrio piensas mejor, reaccionas mejor y vives mejor. Empujar las líneas constantemente requiere demasiado esfuerzo.