Hace unos días te hablaba sobre la gestión de personas. Sobre libertad y límites. Y aunque hablamos de extremos, es conveniente recalcar que en ocasiones no son las opciones más adecuadas. Existen muchas cajas intermedias en que puedes meter a alguien. Y el tamaño importa.
Tan malo es elegir una caja demasiado pequeña, como elegirla demasiado grande.
Una persona enfocada en un cometido muy específico se pierde cuando tiene demasiado espacio en que moverse. Demasiadas opciones cuando necesita menos. Ese amplio abanico de posibilidades le dispersan y frenan su avance.
En otras ocasiones, esperas de alguien unos resultados que no se producen a causa de haberle encerrado en una caja demasiado pequeña. Hay personas, sobre todo aquellas más creativas, que necesitan espacio para expandirse y dar lo mejor de sí mismas.
Este detalle no solamente aplica a la gestión de personas. En ocasiones, tú mismo te encierras en una caja más pequeña de lo recomendable y tu mejor opción se queda fuera. Y cuando no sabes gestionar tus propias cajas, difícilmente podrás detectar cuáles se adaptan mejor a las necesidades de los demás.
Todo el proceso que resulta de asociar qué caja asociarías a depende quién, es mágico. Te ayuda a descubrir de un modo diferente a personas en quien no te hubieras fijado, y a descubrir modos de pensamiento y comportamiento de incalculable riqueza que solamente necesitan estar en el entorno al que pertenecen para aflorar.