Con quién te comparas marca tus pasos. Todas las personas lo hacemos en diferentes aspectos de nuestra vida, y no siempre elegimos de forma acertada. De hecho, en pocas ocasiones lo hacemos.
Compararte con alguien que va un paso por detrás siempre es cómodo. Elimina el esfuerzo por mejorar, porque hoy ya eres todo lo mejor que necesitas. Te facilita estancarte, recrearte en el círculo vicioso de tu propio ego. No genera valor, ni para ti ni para los demás.
Hacerlo con alguien que va muy por delante es frustrante. Puede suponer un empuje motivacional muy importante, pero a la vez empujarte hacia la mala praxis y la competición desmedida. Hacia el atajo, hacia buscar el modo de saltarte fases de un camino que se torna inconsistente cuando saltas los peldaños de dos en dos. Es posible que sea la opción que puede ayudarte a entregar el 110%, pero al mismo tiempo encierra numerosos peligros.
Y por último está buscar la comparación con tu yo de ayer. Esa comparativa te garantiza el avance constante, a ritmo lento pero regular. El pequeño paso siempre hacia adelante. La satisfacción de la mejora continua sin la presión de la competición insana. Cuando trabajas por ser mejor que ayer siempre ganas, aunque tus logros sean menos perceptibles al corto plazo.
Tu opción revela los resultados que te marcas, y ya escribe gran parte de la historia que está por venir.