Por si acaso…

Si utilizas una metodología como GTD®, seguro que te resultan familiares términos como incubar o archivar. Seguro que lo haces con mucha frecuencia. De hecho, seguro que lo haces con mayor frecuencia de la que debieras. La culpa es del por si acaso.

Mi padre solía —y suele— decir que quien guarda siempre tiene. En parte, estoy de acuerdo con esa expresión. Lo que ocurre es que se trata de una expresión heredada de una época en que la escasez dominaba sobre la abundancia. La probabilidad de necesitar algo que no tenías era muy superior, y la de tener un modo rápido y sencillo de conseguirlo muy inferior. Hoy eso ha cambiado, al menos en determinados ámbitos muy relevantes en nuestras vidas.

Cuando guardas un tornillo por si mañana pudieras necesitarlo, en general tienes una posible solución. Dependerá de muchos factores, entre ellos lo excepcional de ese tornillo o la frecuencia con que necesites uno. Pero cuando lo guardas en una caja junto a varias centenas o millares de tornillos más con los que has hecho lo mismo, es más probable que tengas un problema.

La máxima expresión de este ejemplo en nuestro actual mundo se ve representada por la información. Se trata de algo que no cuesta conseguir, y que sin embargo cuesta eliminar. Las opciones para almacenarla en grandes cantidades están al alcance de cualquiera, y permites que el por si acaso gobierne tu vida inundándola de ruido.

Carecer de espíritu crítico, no preguntarte para qué realmente puedes necesitarla, o simplemente dejarte llevar, contribuyen a ello. Y toda esa información que probablemente jamás necesites, o esos recordatorios por los que pasas una y otra vez con gran indiferencia, contribuyen a saturar y desvirtuar aquello que realmente puedes necesitar o desearías recordar.

No sale gratis. Sí cuesta. Es ruido. Suelta lastre. Cada pieza que sobra en el puzzle dificulta montarlo. Cuando te descubras en un por si acaso replantéate la pregunta, porque esa respuesta hace años que ha caducado.