¿Nunca termina?

Hace ya tiempo que vengo sosteniendo una afirmación. El camino para dominar GTD® nunca termina. La he escrito en algunas entradas para el blog. La he pronunciado en conversaciones privadas, grupales, e incluso públicas desde el podcast de Aprendiendo GTD. Me la he creído, honestamente.

Después de varios años de aprendizaje y práctica, de más práctica y más aprendizaje, dudo. He apostado por GTD®, lo he ligado a mi camino con lazos fuertes. Casi irrompibles. Me he caído y me he levantado, me he frustrado y he sentido profunda satisfacción al mirar atrás y ver el camino recorrido. GTD® me ha ayudado a conocerme mejor y, sobre todo, me ha ayudado a trasladar a un plano práctico ese conocimiento más profundo.

En realidad, GTD® nace de la combinación, de un modo específico, de una serie de principios que ya estaban ahí. El valor que aporta, su grandeza, radican precisamente en ser la combinación de un modo específico. Una combinación que produce una serie de resultados.

Cuando alcanzas a comprender la esencia de esa serie de principios, a ponerlos en práctica del modo específico que GTD® propone, y sobre todo a comprender la serie de beneficios que obtienes al combinarlos de ese modo y no otro, el camino para dominar GTD® se acerca a su fin. El tuyo continúa, jamás dejarás de aprender. Pero más que GTD®, aprenderás sobre otras cosas.

En ese punto radica también la, bajo mi punto de vista, mal denominada customización de GTD®. GTD® no se puede customizar, GTD® es GTD®. Es lo suficientemente abierto para permitirte modificar determinadas estrategias y que siga siendo GTD®, y al mismo tiempo lo suficiente cerrado para que sea posible determinar cuándo introducir determinados cambios implicará que lo que haces ya no es GTD®, sino otra cosa.

La clave de ello se encuentra, por supuesto, en su esencia. En cómo afectan esos cambios a la combinación de forma específica de esos principios y los resultados que con ello se persigue.

En mi opinión a día de hoy, la magia de GTD® se encuentra en conocer, practicar e interiorizar esa serie de estrategias que propone la parte de control de la metodología. Los cinco pasos. La aplicación sistemática de esos cinco pasos tiene unas consecuencias en tu forma de pensar y actuar difícilmente imaginables antes de acercarte a ella. Quieras o no, esa aplicación sistemática te abre los ojos antes o después a determinadas circunstancias —el trabajo nunca se termina, como uno de tantos ejemplos— que son determinantes, y marcan profundamente el cómo te relacionas con el mundo.

Pero alcanzar un cierto dominio de la parte de control convierte tu mente en una bestia ávida de más. Ávida de dirección. Y dirección es reflexión. Sin embargo aunque en este sentido GTD® también tiene algo que decir, en mi opinión dice mucho menos. Invita, más que marca el camino a seguir. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente es. GTD® es una herramienta de valor incalculable que te ha traído hasta este punto y ahora te toca seguir camino. Pero tu camino, aunque GTD® siempre te acompañe. Ese es el camino que nunca termina —el tuyo—, no el del dominio de GTD®.

Es necesario desmitificarlo. Lo excepcional no deja de serlo por no ser eterno.