La situación más favorable pasa tener la capacidad de reducir la distancia entre visión estratégica y visión operativa al mínimo posible. De hecho, ese mínimo posible es que dicha distancia no exista y puedan abrazarse. Pero al mismo tiempo deben poder distanciarse sin que su nexo se rompa, para fijar la vista por completo en una u otra.
Hablando de un negocio, existen dos extremos. El profesional independiente y la gran organización con decenas —o cientos— de miles de empleados.
En el primer caso, es sencillo reducir a la mínima expresión la distancia entre ambas visiones. Coexisten, con mayor o menor acierto, en una única persona. Sin embargo, en este caso el reto se encuentra en tener la capacidad de enfocarse en una y tomar distancia de la otra.
En el segundo, se da la situación inversa. Con frecuencia existe un gran número de estratos que separa a operarios de estrategas, y en pocas ocasiones —por no decir ninguna— existe un vínculo entre ambas visiones. Una no es capaz de visualizar con cierto criterio la vida al otro lado, y viceversa. Ambas pueden aislarse con facilidad, de hecho viven aisladas. Pero en este caso, el gran reto se encuentra en facilitar su encuentro.
En ambos extremos y todos los intermedios, puede trabajarse la elasticidad. La capacidad de reducir la distancia mínima sin que ambas visiones se fusionen, y de ampliar la distancia máxima sin superar la barrera de no retorno. De ahí nacen el actuar soñando y el soñar actuando que compatibilizan y comparten dirección. Lejanía cercana y cercanía lejana, incoherencias que pueden llegar a ser coherentes.