1 de septiembre. Hoy se cumple un año de mi salida, por iniciativa propia, de OPTIMA LAB. Desde mi incorporación a la red y durante mi pertenencia en ella escribí una serie de crónicas. Cuando me marché, una despedida. Hoy te traigo otra especie de crónicas, humildes, aunque sin tableros en Trello. Examinando en perspectiva lo ocurrido durante este tiempo, sigo pensando que esa retirada a tiempo fue la mejor decisión.
A los seres humanos nos gustan los atajos. Siempre nos han gustado y siempre nos gustarán. Cuando el camino se bifurca ante tus ojos y detectas que, mientras que una de tus opciones discurre directa por un sendero cómodo, con vegetación y donde se oye a los pájaros cantar, mientras que el otro se ve lleno de curvas, austero, rocoso y lúgubre, crees que tienes poco que pensar. Simplemente te dejas llevar. Es sencillo dejarse llevar.
Además, en general nos gusta poco cambiar de opinión. Y desde luego nos gusta menos reconocer nuestros errores. Y esto es el motor que te impulsa a caminar, caminar y caminar, aún cuando el origen de las dudas que te invaden se va tornando más claro y evidente. Porque si piensas en replantearte tu opción, no solamente te espera un camino austero y lúgubre, sino todo el camino de vuelta para tomarlo. Todas las personas tememos enfrentar esta realidad, lo reconozcamos o no. Pensemos que se trata de la mejor decisión, o no.
Y entonces llega el momento de hacerte una pregunta: ¿Admito mi error con lo que ello conlleva o sigo apostando por la opción que un día tomé, hasta desfallecer, por el mero hecho de haberla tomado?
No hay respuesta. Cualquiera de ellas podría ser mejor que la otra. Y sin embargo, no te queda más remedio que optar por una de las opciones, porque eludir decidir es decidir.
Unos cuantos días antes de ese —ahora— lejano 1 de septiembre de 2020, yo decidí emprender el camino de regreso e ir en busca del camino rocoso. En ese momento desconocía por completo qué hubiera pasado si hubiera seguido adelante, pero sí sabía dónde no quería estar. El camino de regreso ha sido agotador. No ha sido fácil, nada fácil. Mientras caminas, inevitablemente te invade la duda sobre haber tomado la mejor decisión y es mala compañera de viaje.
Sin embargo, cuando te vas acercando de nuevo al cruce la duda se aleja y la ilusión por continuar tu camino regresa.
Ese camino de ida y vuelta ha traído aprendizajes que no sabría cuantificar.
Aprendizaje sobre mí mismo, sobre otras personas, sobre qué quiero y cómo lo quiero. Sobre dónde están mis límites y sobre a qué precio conseguir algo. Me ha ayudado a levantar la vista y comprender que el atajo solo es un atajo, pero no el único camino. Y sobre todo me ha ayudado a comprender que los sueños que compartes con otras personas, necesitan tener más en común de lo que parece para que los de nadie se rompan.
Ese camino me ha ayudado a conocer a personas maravillosas cuando he ido, y a otras cuando he vuelto. Me ha enseñado un poco más sobre distinguir las que son maravillosas de las que únicamente lo parecen. Y me ha ayudado, en algún caso incluso, a conocer a algunas de un modo muy diferente cuando iba y cuando regresaba.
También me ha mostrado que hay personas que están cuando vas, y que desaparecen cuando vuelves. Y otras que están contigo aunque tú no estés con ellas, vayas o regreses. Si en alguna ocasión te has sentido así, sabrás que abrir los ojos a esta realidad vale por sí mismo hacer el viaje de ida y vuelta aunque no te espere nada al otro lado de tu camino.
He aprendido también que hacer bien las cosas correctas es el nuevo la paz en el mundo. Sin embargo, no estamos en un concurso de misses. Hacer bien las cosas correctas no pasa de ser un ideal para alimentar egos, para llenar citas en Redes Sociales y para entretener a los idiotas. En su lugar, hacer lo mejor posible aquello que se gana tu compromiso siempre será caballo ganador en la carrera de tu vida. De hecho, la definirá.
Cuando algo parezca demasiado bueno, dale unas vueltas. Vence a la tentación. Examínalo desde otros puntos. Puedes ahorrarte muchos kilómetros. Y cuando el mal esté hecho, no te rindas. Muchos caminos llevan a donde quieres llegar, aunque tardes y te cueste más. Aunque te decepciones. Aunque tengas que dar vueltas y aunque tengas que desandar lo andado. Y aunque te pongan zancadillas. El juego nunca se termina hasta que te rindes. La mejor decisión te espera, y probablemente la peor. Pero entre unas y otras, avanzas. Siempre, aunque estés dando media vuelta.
[Una banda sonora para esta entrada, en vivo. Cruda, como suele ser la vida. Se merece que busques la letra.]