La carta de un restaurante

Confeccionar la carta de un restaurante es una apuesta —arriesgada— en que entran en juego infinidad de factores. Y cuando está terminada puede brindarte mucha información, más allá de permitirte elegir qué opciones se ponen a tu disposición.

Si vas a un Kebab, es probable que no te ofrezcan mucho más que patatas fritas y kebab (quizá en dos o tres configuraciones: en rollo, en pan de pita o emplatado). Y si vas a otro tipo de restaurante, la carta seguramente será mucho más amplia.

El Kebap lo tiene fácil. Concentra su esfuerzo en pocas variantes que parten de la misma base. Esto le permite dedicar recursos a que este producto central sea el mejor que pueda ofrecer, y garantiza la renovación de la materia prima. Para otro tipo de restaurante esto no es tan sencillo.

¿Qué porcentaje de platos requieren de alimentos frescos? ¿Pueden combinarse entre unos platos y otros? ¿Hay platos que reconviertan la materia prima de otros, cuando haya perdido su frescura? ¿Hay mucha rotación de clientes?

Estas y muchas otras preguntas te ayudarán a saber si ese pescado que piensas pedir será fresco o congelado, o incluso si te encontrarás con una negativa cuando lo pidas. Se trata de un balanceo entre variables que admite movimiento, pero no cambios bruscos. Y jugar con expectativas entraña riesgos.

Te ocurre algo similar. Volumen requiere esfuerzo, mucho absorbe energía por el mero hecho de serlo. Y bueno requiere energía para seguir siendo bueno, incluso más para convertirse en mejor. Balancear entre calidad y cantidad es un arte. Aplica a los bienes que posees, a tus amistades y relaciones sociales, o a los productos y servicios que entregas. Si no lo has pensado, quizá sea el momento de que valores qué esfuerzo requiere que mantengas qué, y qué obtienes a cambio. Porque comenzar a confeccionar la carta de tu restaurante podría convertirse en el germen del cambio.