Hacer algo sin dedicar un momento previamente a pensar para qué lo haces tiene consecuencias nefastas. Olvidar dar una mirada atrás y otra adelante, cada cierto tiempo, es garantía de desastre.
En el hipotético caso de que dispusieras de tiempo y energía ilimitados, probablemente las consecuencias no adquirirían un tono dramático. Pero lamentablemente te ha tocado vivir en una época en que tus opciones son prácticamente ilimitadas, y tu tiempo y energía escasean.
Esto motiva que, con el paso de los años, cuando un día mires atrás podrías descubrir que has dedicado tu vida a las cosas más insustanciales que puedas imaginar. El único modo para tratar de evitar que esto ocurra es filtrar aquello que tomas la decisión de hacer, consiguiendo establecer un vínculo coherente con un propósito más elevado que dote tu camino de sentido.
De hecho, son dos las habilidades que serán tus mejores compañeras de viaje:
Una, es tener claro ese propósito. Otra, trabajar tu capacidad para conseguir alcanzar la esencia de todo aquello que te rodea, ser capaz de ver más allá de envoltorios y evidencias.
En el primer caso tendrás claridad sobre el lugar al que quieres que tus actuales opciones te acerquen. En el segundo, mejorarás tu capacidad para comparar qué pueden aportarte. Si dominas el primero de estos puntos, las probabilidades de que disfrutes una vida plena se disparan. Si dominas ambos, enhorabuena. Esa decepcionante mirada atrás se ha borrado de tu futuro.