La confianza es algo que cuesta mucho ganar y demasiado poco perder. Es un bien que debes proteger con todas tus fuerzas, porque en él se apoya casi todo lo demás. Equivale a la posición por defecto. La persona que confía cree por defecto, sin cuestionar. La persona que desconfía cuestiona por defecto, sin creer.
Si te has comprometido a llegar a las 08:30, es a las 08:30 cuando debes estar. No a las 08:35, a las 08:30. Las 08:35 rompe el compromiso y contribuye a cambiar la posición por defecto.
Si tu empresa paga tu nómina el día 5 de cada mes, es el día 5 cuando debe hacerlo para que tu confianza se mantenga intacta. Si un mes no lo hace, desconfías. Al siguiente mes, cuestionas y mantienes tu atención puesta en ver si llega a tiempo. La posición por defecto cambia y el proceso de recuperación es lento.
Si publicas un podcast quincenal, es cada quincena cuando debe salir al aire. No en 14 días, ni en 16. Tus oyentes lo esperan cada 15 y alterar ese pacto contribuye a cambiar la posición por defecto.
El compromiso asociado a mantener la confianza mueve el mundo. Si te han dicho que te lo enviarán hoy, trabajan duro para que así sea. Si has quedado temprano madrugarás para estar allí. Y si algo falla, buscarás el modo de resolverlo y comunicarás con honestidad tu nuevo compromiso.
Ser una persona u organización en la que se puede confiar es probablemente el activo más valioso que existe. Solamente si estableces pactos inquebrantables para contigo y con los demás, reforzarás la posición por defecto. Todo lo que no la consolida o refuerza, la debilita o altera. Sin excepciones. Convertirte en alguien a quien cuestionan por defecto supone pagar un precio demasiado alto.